Flores de Fuego
Óleo sobre tabla / 100 x 100 cm
El retrato de Takeshi Kitano nace de la fascinación por su figura: un director capaz de moverse entre lo poético y lo brutal, entre películas como Flores de Fuego y programas tan populares como Humor Amarillo. Esa contradicción me parecía un punto de partida perfecto.
La obra se construye en blanco y negro, jugando con matices dentro de la monocromía. La textura es protagonista: fragmentos de pared del estudio, óleo, carbonato cálcico y hasta ramas secas manchadas en tinta que golpearon la superficie para dejar huella. Es un proceso entre lo controlado y lo azaroso, entre la precisión del retrato y la espontaneidad del gesto.
El resultado es una imagen sobria, casi vacía, donde Kitano aparece acompañado únicamente por ese espacio en silencio que refuerza su presencia. Una pieza muy especial para mí, que ya formó parte de La llave del silencio en El Campello y que sigue ocupando un lugar central en mi trabajo.

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