La mirada del olvido
Óleo sobre tabla / 81 x 100 cm
Coetánea de la obra Introspección, esta obra lleva la experimentación sobre la memoria más lejos. Una cabeza flota en un espacio incierto, sin cuello, suspendida en la nada. La piel se derrite y se deforma hasta la caricatura, acentuando la fragilidad del cuerpo frente al tiempo. La degradación humana aparece sin rodeos, como si la identidad se deshiciera ante nuestros ojos.
De nuevo, el soporte ha sido forzado: arañado, quemado, erosionado con las cuchillas, lijas y limas. Allí donde la acuarela suele ser limpia y respetuosa con el blanco del papel, aquí se transforma en un lenguaje destructivo, donde cada herida es signo. Con esta obra recibí una mención de honor en el Certamen de Pintura de San Juan. La mirada del olvido funciona como memoria rota: un retrato en el límite de lo desagradable e indeseable, entre la materia y su desaparición.

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