Nadie entra por esa puerta
Óleo sobre tabla / 105 x 105 cm
En la obra aparece un chico en ropa interior, solo en medio de una habitación casi vacía. Los colores son estridentes, con una pared verde que refuerza la rareza del espacio. La figura es indefinida, no vemos su rostro, pero lo intuimos, y la habitación misma aparece deformada, amplificando la sensación de soledad.
Aquí llego quizá a mi punto más extremo en el uso de la materia: los fragmentos de pared y los escombros son tan evidentes que resultan casi ofensivos, demasiado brutos, pero a la vez necesarios para esa tensión. El cuadro se atascó mucho tiempo en el estudio, porque hacer que una composición tan sobria y vacía funcione no es sencillo. Finalmente encontré la manera de resolverlo, manteniendo esa vastedad como parte esencial.
La escena no ofrece respuestas claras: se reconoce lo que hay, pero no se entiende del todo el porqué. Y en ese misterio aparece la coprotagonista de la obra: la puerta de la derecha, que da título al cuadro y que invita a imaginar sobre la escena y el momento.

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