Otra vez
Óleo sobre tabla / 122 x 75 cm
La composición es amplia, casi vacía, con el joven desplazado a un extremo de la habitación, sentado junto a la ventana y delante de una puerta cerrada. La escena, por su luz y su planteamiento, podría recordar a una pintura clásica, pero el móvil encendido sobre la mesa rompe ese clasicismo y lo arrastra hacia nuestro tiempo. La ropa se funde con la oscuridad, y sólo el rostro y la mano, iluminados, mantienen al personaje presente.
Podría parecer una obra triste, pero decir que es tristeza sería simplificar demasiado. Lo que transmite es más complejo: cansancio, hartazgo, la sensación de repetición constante ante cosas que vuelven una y otra vez aunque uno no las quiera. No es un dolor abierto, sino un desgaste silencioso, como ese suspiro que surge cuando todo se repite sin novedad. En ese gesto contenido, en esa mirada hacia el móvil, la obra habla de lo cotidiano que agota y del tiempo que se acumula.

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